David Wartinger es un profesor emérito de la Universidad estatal de Michigan. Durante años, observó que muchos de los enfermos que trataba por cálculos renales habían eliminado las piedras alojadas en sus riñones al regresar de unas vacaciones en uno de los parques temáticos de Orlando (Florida). El fenómeno había sucedido, según le relataban sus pacientes, bien durante o inmediatamente después de haberse subido a una montaña rusa.
Los calculos renales por pequeños que sean, producen un dolor profundo, tanto en el riñón como durante su proceso de expulsión. Hay quien incluso lo compara al dolor de un parto. Y en países como Estados Unidos, puede resultar además muy caro. Cada año, más de 300.000 estadounidenses acuden a urgencias por un cólico nefrítico. Estudios calculan que el costo de tratar esta dolencia en este país oscila entre los 5.000 y 10.000 dólares. Y advierten de que el número de casos -y costos- seguirá aumentando, en vista de que detonantes de los cálculos renales, como la obesidad y la diabetes, también están en alza.
Todo aquel que haya padecido un cálculo renal conoce dolor que puede llegar a provocar esa piedra, por pequeña que sea, tanto en el riñón como durante su proceso de expulsión. Hay quien incluso lo compara al dolor de un parto. En países como Estados Unidos, puede resultar además muy caro. Cada año, más de 300.000 estadounidenses acuden a urgencias por un cólico nefrítico. Estudios calculan que el costo de tratar esta dolencia en este país oscila entre los 5.000 y 10.000 dólares. Y advierten de que el número de casos -y costos- seguirá aumentando, por detonantes de esta patología, como la obesidad y la diabetes.
La última fila, lo más efectivo
“Los asientos del fondo son la mejor experiencia”, recomiendan estas guías. Por motivos médicos, Wartinger coincide. Así lo asegura en el estudio “Validación de un modelo renal pielocalicial funcional para la evaluación del paso de cálculos renales subido a una montaña rusa”, que publica en su edición de octubre el Journal of the American Osteopathic Association.
“Los cálculos renales tenían el doble de posibilidades de ser eliminados con el modelo localizado en el asiento trasero”, cuenta Wartinger también en un vídeo en el que explica su experimento. Para llevarlo a cabo, Wartinger y otro profesor, Mark Mitchell, crearon un modelo 3D de silicona de un riñón, en el que introdujeron tres cálculos renales reales. Metieron el “riñón” en una mochila y se compraron un billete a Orlando, donde se procedieron a montarse una y otra vez —hasta 20 veces— en diferentes vagones de la montaña rusa, con la mochila situada entre los dos, a la altura real de los riñones, lo que les permitió comprobar lo que les habían contado los pacientes.
Eso sí, para que los resultados sean óptimos, es decir, que el enfermo pueda expulsar de forma espontánea las piedras del riñón, la montaña rusa ideal “somete a los pasajeros a rápidas caídas y giros cerrados, pero no los invierte ni supera los 64 kilómetros por hora”, subraya Wartinger. Además, los resultados son mejores si la piedra no ha alcanzado los 5 milímetros, que es cuando se estima que empieza a crear una obstrucción que puede llegar a requerir de una intervención para su eliminación.
Su conclusión científica: “Montar en una montaña rusa puede ofrecer al paciente un entretenimiento, así como una opción preventiva y terapéutica a la medicación, restricciones alimentarias y hasta cirugía”. Y, tal como añadió en la revista de su universidad, al menos en Estados Unidos, “definitivamente, es una alternativa más barata al tratamiento médico”.