El paso de los años, o lo que es lo mismo, el envejecimiento, conlleva entre otras muchas consecuencias que tengamos más dificultades para evitar ganar peso. Una dificultad que resulta sobre todo patente cuando, ya en la etapa adulta, dejamos atrás la ‘juventud’ y nos adentramos en la mediana edad. Además, y según seguimos cumpliendo años, parece que el incremento de nuestro volumen corporal se dispara. Entonces, ¿qué podemos hacer? Pues básicamente, practicar ejercicio físico. Pero hay un problema: alcanzada la treintena, nuestra capacidad de ejercicio se deteriora progresivamente y resulta muy inferior a la que teníamos en nuestros años mozos. Sin embargo, investigadores del Instituto Nacional del Corazón, los Pulmones y la Sangre (NHLBI) de los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos (NIH) podrían haber dado con la clave para evitar la ganancia de peso y la pérdida de capacidad de ejercicio características de la mediana edad.
Concretamente, el estudio, llevado a cabo con modelos animales –ratones– y publicado en la revista «Cell Metabolism», muestra que la enzima DNA-PK, directamente asociada a la obesidad y a la pérdida de capacidad de ejercicio, aumenta, y mucho, su actividad en la mediana edad. Y asimismo, que la inhibición de esta DNA-PK puede prevenir todo este proceso, lo que abre la puerta al desarrollo de fármacos mucho más efectivos para la pérdida de peso.
Como explica Jay H. Chung, director de esta investigación, «la población considera que la ganancia de peso y la carencia de ejercicio que tienen lugar en la mediana edad –es decir, entre los 30 y los 60 años– son, sobre todo, consecuencia de la adopción de unos malos estilos de vida y de una falta de fuerza de voluntad. Sin embargo, nuestro trabajo muestra la existencia de un programa genético impulsado por una enzima hiperactiva que promueve el aumento de peso y la pérdida de capacidad de ejercicio en la mediana edad».
Responsable identificado
El aumento de peso asociado a la edad constituye una paradoja. Y es que el ciudadano estadounidense medio, si bien reduce progresivamente su ingesta calórica con el paso de los cumpleaños, gana un promedio de 13,5 kilos de peso corporal entre las edades de 20 y 50 años. Y esto, ¿por qué sucede?
Para responder a esta pregunta, los autores analizaron los cambios bioquímicos que tienen lugar en los animales cuando alcanzan la mediana edad –concretamente, en ratones con una edad equivalente a los 45 años en los humanos–. Y lo que vieron es que hay una enzima que, denominada ‘proteína quinasa dependiente de ADN’ (DNA-PK), incrementa, y mucho, su actividad con el paso de los años. Y exactamente, ¿qué hace esta DNA-PK? Pues como han mostrado distintos trabajos previos, promueve la conversión de los nutrientes en grasa y disminuye el número de mitocondrias –los orgánulos responsables de procesar los nutrientes y el oxígeno para generar energía para las células–. Un aspecto a tener muy en cuenta dado que ya se sabe, por una parte, que las personas jóvenes tienen un elevado número de mitocondrias y que este número se encuentra notablemente reducido en las personas mayores; y, por otra, que el descenso en la cifra de mitocondrias puede promover tanto la obesidad como la pérdida de capacidad de ejercicio.
Un programa genético impulsado por una enzima hiperactiva promueve el aumento de peso y la pérdida de capacidad de ejercicio en la mediana edad Jay Chung
Por tanto, el siguiente paso del estudio fue evaluar si la inhibición de esta DNA-PK se asocia a una menor acumulación de grasas y a un incremento en el número de mitocondrias, lo que a su vez conllevaría una mayor quema de grasas. Y para ello, los autores utilizaron ratones a los que sometieron a una dieta rica en grasas y administraron, o no, este inhibidor oral.
Los resultados mostraron que los ratones tratados con el inhibidor de la DNA-PK acumularon una cantidad hasta un 40% inferior de grasa. Es más; la inhibición de la enzima también conllevó un significativo incremento de las mitocondrias en el músculo esquelético, aumentó la capacidad aeróbica de los ratones y redujo la incidencia de obesidad y diabetes tipo 2 en estos animales.
Como destaca Jay Chung, «nuestros hallazgos indican que DNA-PK es uno de los responsables del deterioro metabólico y de la capacidad de ejercicio que ocurre durante el envejecimiento, lo que provoca que sea difícil mantenerse delgado y en forma y aumenta la susceptibilidad al desarrollo de enfermedades metabólicas como la diabetes. La identificación de este nuevo mecanismo es muy importante para mejorar la salud pública».
Más allá de la obesidad
A día de hoy existen numerosos fármacos para tratar la obesidad en la mediana edad. Sin embargo, y por lo general, estos tratamientos no resultan efectivos al no abordar los cambios biológicos específicos que, ya en la mediana edad, que desencadenan este aumento de peso, sobre todo en la zona abdominal. Una situación que, en opinión de los autores, podría cambiar gracias al nuevo estudio.
Como apunta Jay Chung, «nuestro trabajo abre la puerta al desarrollo de un nuevo tipo de medicación para la pérdida de peso que actuaría a través de la inhibición de la actividad de la DNA-PK. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que los inhibidores de la DNA-PK todavía no han sido evaluados de esta manera en los humanos».
Es más; como concluyen los autores, «nuestros resultados podrían tener ramificaciones para distintas enfermedades crónicas. Y es que unas menores tasas de obesidad se lograría un descenso de la incidencia de las enfermedades cardiovasculares, de la diabetes y de otras patologías que tienden a aumentar con la edad, incluido el cáncer y el alzhéimer».