Cuando uno se convierte en padre, esta nueva responsabilidad no permite muchas veces mantener el mismo nivel de ejercicio, debido a la atención que requiere el nuevo bebé. Esto hace que muchos padres aumenten de peso o pierdan su buen estado de salud, lo que puede conllevar tristeza y que no se disfrute de la paternidad como es debido. Esta situación ha sido vista como un filón por ciertas empresas que han creado un carrito para bebés con el que se puede practicar running, una moda, y ahora tendencia, que surgió en Nueva York hace unos años y que se ha traslado a otras partes del planeta.
Como sucede con el resto de equipamiento para los más pequeños, este tipo de carros tienen que tener unas características especiales que garanticen la seguridad y el bienestar del pequeño, ya que irá dentro de él, y la del progenitor.
Correr con el bebé puede tener un efecto muy positivo para los padres que no tienen por qué dejar de hacer lo que más les gusta, aparte de tener beneficios en su estado emocional -la autoestima se ve favorecida-, social -ya que siguen participando de actividades al aire libre- y físico. Sin duda, estos carros ofrecen a los progenitores la oportunidad de poder ejercitarse y sentirse bien con ellos mismos. Pero lo fundamental de estos productos, es su buen uso, de forma que, efectivamente, el deporte que se haga empujando el carrito tenga un beneficio claro en nuestra salud y sea seguro para nuestro bebé, pero ¿sabemos usarlos correctamente?
Esto es lo que pretende contestar la primera investigación científica que se ha hecho al respecto, publicada en PLOS One y de la que se ha hecho eco The New York Times. Elaborada por la Universidad del Pacífico (Seattle) concluye que, tras medir el gasto de calorías y los datos biomédicos, “lo importante es cómo corres con el carrito y esto es lo que determinará el beneficio físico que se obtenga”, según un comunicado.
Tras observar a varios corredores con estos carros por la calle, los investigadores se percataron que la mayoría de ellos lo hacía de tres maneras diferentes: sujetándolo con una mano; con las dos o empujando y persiguiendo el carro en distintas repeticiones. Tras este análisis, los autores eligieron a 16 hombres y mujeres en plena forma que no tenían experiencia empujando carritos de bebés. Tras medir sus constantes, ritmo cardiaco y respiración, en condiciones normales, les pidieron que corrieran 800 metros de la forma que más cómodos se sintieran. A continuación, se les dio un carrito para correr con un muñeco que pesaba unos 15 kilos y se les pidió que hicieran el mismo recorrido de 800 metros de las tres maneras que habían observado anteriormente: con una mano, con las dos manos y empujando y persiguiendo el carro. Eso sí, al mismo tiempo, se les instó a que intentaran mantener el mismo ritmo y forma que cuando corrían solos. Ninguno lo consiguió
Concretamente, “sus pulsaciones se vieron afectadas, sobre todo, cuando sujetaron el carro con una mano y cuando lo empujaban y perseguían simultáneamente”. A pesar de que ahora estaban empujando un carrito de bebé -lo que conlleva más peso- su gasto de energía no aumentó comparado con cuando corrían solos. Los que estuvieron más cerca de sus objetivos cotidianos fueron aquellos que empujaron el carrito de bebé con las dos manos.
Los autores argumentan que la "única manera de obtener el resultado que se espera, ósea que el ejercicio sea efectivo, es que los padres tienen que esforzarse lo mismo empujando el carrito del bebé que cuando corren solos". "Y pensar que cuando corra con el carrito de su bebé, que sin duda va a ser más difícil, tiene que intentar conseguir su ritmo. Al igual que con la paternidad, se obtiene más de ella, cuanto más tiempo y esfuerzo se invierten", concluye.