El uso de la mascarilla como medida individual de protección ante la covid-19 está provocando el empeoramiento entre la población de problemas de la piel como la rosácea, según advierten diversos expertos. De acuerdo con los datos publicados en la revista Medicina de Familia de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (SEMERGEN), una de cada diez personas sufre esta enfermedad inflamatoria crónica.
La rosácea se caracteriza por episodios transitorios de rubor, enrojecimiento, capilares dilatados muy visibles, pápulas y granitos, que recuerdan a los del acné adolescente. En ocasiones, pueden durar semanas o meses. Según Julio Maset, médico de Cinfa, esta enfermedad, conocida también como acné rosácea, “puede causar el mismo impacto emocional que el acné juvenil y, como este trastorno, minar la autoestima de quien lo padece de manera importante”.
Más frecuente en mujeres y entre los 30 y 50 años de edad, afecta sobre todo a la piel del área central del rostro -nariz, mejillas, mentón, frente y entrecejo-, que son las zonas donde se produce más sebo. En sus formas más severas, puede cubrir toda la cara, incluidos los párpados, y propagarse al cuello. En el caso de los hombres, con más frecuencia, produce engrosamiento de la piel de la nariz, lo que se conoce como nariz bulbosa o rinofima.
Se considera una enfermedad inflamatoria y ambiental causada por múltiples factores: piel clara, predisposición hereditaria o capilares muy sensibles con más tendencia a dilatarse, por lo que aparecen las rojeces que, con el tiempo, pueden volverse permanentes. Además, hay factores ambientales que favorecen la aparición de rosácea, como el estrés, la exposición al sol, o determinados medicamentos y alimentos (picantes, por ejemplo). El alcohol no produce rosácea, pero sí puede agravarla”.
Cuidados tras el verano y ante el estrés
Durante el verano, y cuando este acaba, los pacientes con rosácea deben prestar una mayor atención al cuidado de su piel, ya que es en esta época del año, junto al invierno, cuando la piel sufre más. “La exposición al sol, el calor y los cambios bruscos de temperatura pueden provocar un empeoramiento de la rosácea – explica Julio Maset-. Si añadimos el estrés, la incertidumbre y la ansiedad generados por la pandemia, junto al uso de la mascarilla, se crea el cóctel perfecto. Bajo esta, se crea un microambiente que favorece el calor local y la proliferación de bacterias; además, si queda demasiado ajustada, puede crear una presión excesiva sobre la piel del rostro o, si queda demasiado holgada, rozarla y agredirla”.
Si se identifican problemas cutáneos con un tipo concreto de mascarilla, es recomendable usar otra que ofrezca la misma protección, pero fabricada con materiales diferentes. También puede resultar beneficioso ir cambiando de modelo o marca, de manera que el tapabocas se apoye o roce cada vez en distintas zonas del rostro, lo que prevendría la aparición de lesiones.
Las personas que presentan rosácea u otras afecciones dermatológicas previas deben cuidar su rostro, ahora más que nunca, de una forma muy exhaustiva y seguir estrictamente sus rutinas y tratamientos habituales. Si, aun aplicando estas medidas, los síntomas continúan, es importante acudir a un dermatólogo antes de que empeoren.
Diez consejos para controlar la rosácea durante la pandemia: