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¿Cómo influye la contaminación atmosférica en el desarrollo de nuestros hijos?

Felipe Carrasco | Viernes 29 de abril de 2022
Un estudio recientemente publicado en Environment International ha encontrado que vivir en un entorno arbolado se asocia con un mejor desarrollo en los primeros años de vida que vivir en un entorno en el que la vegetación está presente en forma de hierba.

El análisis, que ha liderado Matilda van der Bosch, investigadora del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), centro impulsado por la Fundación “la Caixa”, ha observado también que ambas variedades de espacios verdes se asocian con mejores resultados en el desarrollo infantil que las zonas donde predomina el pavimento.

El estudio señala, en este sentido, lo que cada vez más trabajos sugieren: que los espacios verdes se relacionan con una mejor atención y memoria en la primera infancia, con mejores resultados académicos y con menos problemas emocionales y de comportamiento. Sin embargo, el equipo investigador ha querido ir más allá y explorar si el tipo de vegetación marca alguna diferencia en estas asociaciones positivas. Todos los espacios verdes parecen favorecer la salud, pero las zonas arboladas podrían mitigar más la contaminación atmosférica, el ruido y el calor que los espacios verdes más abiertos, y también ayudar mejor a restablecerse de la fatiga mental y a dirigir la atención. Por su lado, las extensiones de césped podrían favorecer más las actividades de grupo y, por lo tanto, el bienestar social. Las superficies pavimentadas expondrían más al calor y a la contaminación atmosférica y acústica relacionada con el tráfico.


Cómo se hizo el estudio

El análisis se realizó en el área metropolitana de Vancouver (Canadá) y partió de una gran cohorte de nacimiento que incluyó datos de 27.539 niñas y niños. Estos datos habían sido recogidos entre los años 2000 y 2005 por diferentes administraciones, como el Ministerio de Salud de la Columbia Británica. Se siguió a esta población infantil desde su nacimiento hasta los cinco años, momento en el que sus maestros y maestras de jardín de infancia evaluaron su salud física y bienestar, sus competencias sociales, su madurez emocional, sus capacidades cognitivas y lingüísticas, sus habilidades comunicativas y sus conocimientos generales. Lo hicieron ayudándose de la herramienta conocida como Instrumento de Desarrollo Temprano (EDI, por sus siglas en inglés).

Para determinar si el tipo de terreno que cubría la zona el en la que residían estas niñas y niños era vegetal o no, y si la vegetación consistía en hierba o en árboles (mayoritariamente caducifolios), el equipo investigador se valió de un mapa de alta resolución espacial. La exposición total a zonas vegetales se cifró en un 36%, mientras que la de superficies pavimentadas era algo inferior, del 32,2%.

Conclusión

La población infantil más expuesta a un terreno cubierto de vegetación (ya fueran árboles o césped) ofreció las calificaciones más altas de desarrollo. Esta asociación positiva fue especialmente notable para las zonas arboladas. En cambio, la exposición a superficies pavimentadas en los primeros años de vida se asoció con un menor desarrollo infantil.

“Al haber evaluado diferentes tipos de vegetación, nuestros resultados ayudan a comprender mejor las asociaciones entre la exposición a los espacios verdes y el desarrollo en la primera infancia”, afirma Ingrid Jarvis, investigadora de la University of British Columbia (Canadá) y primera autora del estudio.

Aunque se necesitan más estudios al respecto, estos datos pueden ser útiles a la hora de planificar entornos urbanos. “En conjunto, sugieren que convertir las superficies pavimentadas en zonas verdes y, en particular, aumentar la presencia de árboles en los barrios puede tener efectos positivos en la salud y el desarrollo de la primera infancia”, comenta la investigadora de ISGlobal Matilde Van den Bosch, que lideró el estudio. No solo por los beneficios añadidos que proporcionan los espacios verdes, sino porque “potencialmente reducen los efectos adversos asociados a la urbanización y los entornos no permeables”. A pesar de que las asociaciones observadas entre la exposición al entorno y el desarrollo en la infancia fueron relativamente pequeñas, “incluso beneficios individuales mínimos en la infancia podrían redundar en importantes beneficios para la salud pública a lo largo de la vida”, concluye.

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