Se habla de ellos como pandemia del siglo XXI y no es para menos. La obesidad y el sobrepeso afectan ya al 53% de la población adulta española y al 33% de menores entre 2 y 17 años.
Una cifra que asciende hasta cerca del 50% en el caso de los niños de entre 6 y 9 años (según estándares de la OMS). Uno de los factores de esta situación es la falta de adherencia a la dieta mediterránea y la omisión del desayuno, según la Prof. Ascensión Marcos, vicepresidenta de SEPyP y Directora del Grupo de Inmunonutrición del departamento de Metabolismo y Nutrición del ICTAN (CSIC). Los datos del estudio multicéntrico de Alimentación y Valoración del Estado Nutricional de los Adolescentes (AVENA) mostraron un aumento de la prevalencia de sobrepeso y obesidad en adolescentes a causa de la supresión de la primera comida del día. “La omisión del desayuno está estrechamente vinculada a un descanso inadecuado. Acostarse tarde implica levantarse tarde, por lo que no hay tiempo para desayunar”, puntualiza la profesora Marcos. Por otra parte, el estudio también alerta que el hábito de no desayunar es frecuente en población con riesgo de padecer un Trastorno de Comportamiento Alimentario (TCA), especialmente en el caso de las chicas.
La psicología de la obesidad infantil
Más allá de las implicaciones físicas que conlleva el sobrepeso en las primeras etapas de la vida, los aspectos psicológicos de la patología no se quedan atrás, tal y como ha explicado la Dra. Ana Rosa Sepúlveda, de la Facultad de Psicología de la Universidad Autónoma de Madrid. “Pasar de ser un bebé adorable a un niño obeso es un fuerte impacto para el menor”, afirma la Dra. Sepúlveda. Y es que ese niño de pronto se ve rechazado por su círculo familiar, algo que repercute de manera sustancial y negativa en su forma de relacionarse con los demás. El aislamiento social y el consiguiente refugio en la sobreingesta de alimentos es un círculo difícil de romper, más todavía cuando en el hogar no se toman las medidas necesarias en cuanto a dieta y ejercicio físico por falta de tiempo, recursos o compromiso. “Los padres pasan mucho tiempo fuera del hogar trabajando y el menor se queda solo en casa, sin espacio donde jugar y moverse, y con comida a su alcance. Es un entorno obesogénico”, explica la psicóloga.
El papel de la microbiota como biomarcador
La obesidad no tiene una única causa sino que son múltiples los factores que intervienen en ella, desde los más obvios como la alimentación o la actividad física, hasta otros no tan evidentes como el medio ambiente, la genética o la microbiota. “Se ha demostrado mediante estudios en personas y animales que existen diferencias entre la microbiota de un sujeto obeso y de uno delgado”, explica la doctora Mª Carmen Collado, del Grupo de Bacterias Lácticas y Probióticos del IATA (CSIC). La importancia de la microbiota va incluso más allá, pudiendo actuar como biomarcador para predecir un posible futuro riesgo de obesidad ya que se ha observado que los patrones de colonización microbiana infantil son diferentes en función del índice de masa corporal materno.