Se trata de un compuesto químico orgánico con una estructura relativamente compleja que incluye un grupo metal-aldehído. El aspartame no es asimilado como tal por el organismo, sino que en el proceso metabólico se descompone en otros compuestos carbonados de menor cadena que son, básicamente, ácido aspártico, fenilalanina y metanol. Es precisamente esta última sustancia, que en determinadas concentraciones es muy tóxica para el organismo, la que ha causado la publicación de noticias alertando sobre la posible peligrosidad del aspartamo para la salud.
Sin embargo, las evidencias científicas han demostrado que no existe ningún fundamento que evidencie la correlación entre el consumo de aspartamo y la aparición de enfermedades. El riesgo de toxicidad del metanol exigiría una concentración de esta sustancia en el organismo muy superior a la que se produce por la ingesta del edulcorante. De hecho, el metanol, está presente de forma natural en otros alimentos como las manzanas.
La Organización Mundial de la Salud recomienda una ingesta diaria admisible (IDA) de aspartamo que no sea superior a 40mg/kg, cantidad que es muy difícil alcanzar con un consumo alimentario normal.
La seguridad del aspartamo ha sido confirmada por el Comité Científico de la Alimentación Humana (SCF) tras haber sometido a este producto a un riguroso control y seguimiento, clasificándolo como aditivo alimentario E-951. Este aditivo es apto para consumo humano de adultos, niños y mujeres embarazadas y no existe ninguna evidencia ni prueba científica que demuestre que el aspartamo pueda ser perjudicial para la salud.