El de Medicina es el primero de los galardones que la academia sueca entregará en los próximos días
La Academia Sueca ha distinguido con el Premio Nobel de Medicina al investigador japonés
Yoshinori Ohsumi. El jurado ha señalado en un comunicado que la elección se debe a sus descubrimientos sobre los mecanismos de la autofagia, un proceso que se encarga de la degradación y reciclaje de los componentes celulares.
La capacidad de las células para lograr esta eliminación de desechos se conocía desde los años 60, cuando se describió por primera vez cómo, en el interior de la célula, los componentes no deseados se encapsulan en vesículas (autofagosomas ) que, como si de bolsas de basura se trataran, son transportadas seguidamente al lisosoma, la planta de reciclaje donde se degradan y reciclan.
Sin embargo, no fue hasta los años 90 cuando, gracias a los hallazgos de Ohsumi, investigador del Instituto de Tecnología de Tokio, se descubrieron los mecanismos últimos que permiten ese proceso. En concreto, en experimentos con levadura, el científico japonés identificó genes esenciales para la autofagia, conocidos como reguladores moleculares ATG. En experimentos posteriores, comprobó que este sistema de reciclaje estaba también presente en los humanos y describió toda la serie de mecanismos que permiten iniciar y formar los autofagosomas y establecer su traslado hasta el lisosoma.
Sus descubrimientos marcaron un antes y un después en el conocimiento del reciclaje celular y permitieron constatar la importancia de la autofagia en innumerables procesos fisiológicos, como la respuesta celular al estrés, el combate a infecciones de virus y bacterias o la diferenciación celular durante el desarrollo.
El papel de este sistema de gestión de residuos es tan fundamental que un fallo en alguno de sus engranajes se refleja en distintos trastornos.
"La autofagia está involucrada en las principales enfermedades que nos afectan como especie, como el cáncer, la diabetes o las enfermedades neurodegenerativas, entre otras", apunta Antonio Zorzano, investigador del Institut de Recerca Biomédica (IRB) de Barcelona, cuyo grupo investiga las implicaciones de la autofagia en alteraciones metabólicas como la diabetes tipo 2 o la obesidad.
"El potencial de este campo de investigación es tremendo. Ahora mismo se está estudiando qué parte del proceso es la que falla en algunas enfermedades y cómo podemos evitar que esto pase. Saberlo puede suponer que se evite la resistencia a los antibióticos, que se frene un proceso de neurodegeneración o que se mejore la calidad de vida frente al envejecimiento", señala Patricia Boya, investigadora del Centro de Investigaciones Biológicas del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, quien dirige un grupo que investiga las funciones de la autofagia en la fisiopatología de los organismos.
Boya alaba la elección de Oshumi por la Academia sueca, no sólo por la importancia de su hallazgo, sino "por la generosidad con la que el equipo japonés ha compartido los reactivos y toda la información que han ido obteniendo. Eso nos ha permitido trabajar y avanzar en este campo".
"Oshumi es uno de los pioneros, nos ha marcado el camino a seguir. Y su premio es un reconocimiento a la importancia que tiene la autofagia tanto en la supervivencia normal de la célula como en el desarrollo de muchas patologías", coincide José Manuel Fuentes, investigador principal del CIBERNED y profesor del departamento de Bioquímica de la Facultad de Enfermería de la Universidad de Extremadura. Su equipo es uno de los distintos grupos que en los últimos años han comenzado a estudiar cómo determinados fallos en la autofagia se traducen en la acumulación anormal de ciertas proteínas que son características de enfermedades neurodegenerativas como el Parkinson o el Alzheimer.
"El crecimiento de las publicaciones en los últimos años ha sido exponencial", añade Fuentes, quien confía en que la concesión del Nobel sea un espaldarazo definitivo para impulsar la investigación en este campo.
De la misma opinión es el bioquímico e investigador de la Universidad de Oviedo, Carlos López Otín, quien fue pionero en seguir la senda marcada por Yoshinori Ohsumi. "Nuestro laboratorio fue de los primeros en explorar la relación de la autofagia con el envejecimiento y el cáncer en modelos animales", señala el científico, que consiguió en 2003, descubrir cuatro nuevos genes humanos -denominados autofaginas 1, 2, 3 y 4- que son "críticos para el funcionamiento de este proceso". De hecho, continúa, a día de hoy "muchas de las estrategias que tratan de extender la longevidad están basadas precisamente en estimular los procesos endógenos de autofagia que eliminan productos de desecho celular".