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Trastorno de personalidad límite
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Trastorno de personalidad límite

miércoles 25 de enero de 2017, 12:35h

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Sentirse vacío o abrumado por emociones muy intensas, con altibajos anímicos frecuentes, ataques de ira e incapacidad para relacionarse adecuadamente son algunos de los síntomas que experimentan quienes padecen un trastorno límite de la personalidad (TLP), también llamado borderline, o trastorno de inestabilidad emocional, el más frecuente de todos los que afectan a la personalidad.

La forma de resolver esas sensaciones intensas pasa en muchos casos por autolesionarse, haciéndose cortes, quemaduras o golpeándose. Con ello, quienes lo padecen, tratan de regular sus emociones, castigarse o expresar su dolor. Las primeras manifestaciones aparecen hacia la adolescencia, y se da en mayor proporción en mujeres.

Características clínicas

Las características principales que definen el trastorno límite son la inestabilidad e impulsividad. El diagnóstico está basado en nueve criterios del DSM-IV. Un sujeto debería tener cinco de ellos para recibir el diagnostico de Trastorno Limite/Borderline.

  1. Esfuerzos frenéticos para evitar un abandono real o imaginado. Son muy sensibles a las circunstancias ambientales. Experimentan intensos temores a ser abandonados y una ira inapropiada ante una separación aunque sea por tiempo limitado (psicólogo anuncia final de la sesión) o cuando se producen cambios inevitables en los planes (alguien se retrasa unos minutos). Estos temores a ser abandonados están relacionados con la intolerancia a estar solos y a la necesidad de estar acompañados de otras personas. Sus frenéticos esfuerzos para evitar el abandono puede incluir actos impulsivos como las conductas autolesivas o suicidas.
  2. Relaciones interpersonales inestables, intensas y turbulentas, extremos de idealización y devaluación. Son propensos a los cambios dramáticos en la opinión que tienen sobre los demás, alternando entre ver a otras personas como apoyos beneficiosos o cruelmente punitivos.
  3. Problemas de identidad: autoimagen o sentido de sí mismo inestable. Presentan cambios bruscos y exagerados de la autoimagen lo que se manifiesta por cambios en sus objetivos, valores y aspiraciones profesionales. También suelen presentar cambios bruscos en sus opiniones, los planes de futuro, la identidad sexual, la escala de valores y el tipo de amistades que buscan. Se obsesionan con su apariencia física lo que puede conducirles a desarrollar un trastorno de alimentación.
  4. Impulsividad (gastos, sexo, abuso de sustancias, conducción temeraria, atracones de comida).
  5. Comportamientos, intentos o amenazas suicidas recurrentes o comportamientos autolesivos. Estos actos suelen estar precipitados por los temores a la separación o al rechazo, o por la expectativa de tener que asumir una mayor responsabilidad. El daño autoinfligido puede llegar a suponer un alivio pues les “reconecta con la realidad”, reafirmándoles en su capacidad de sentir.
  6. Inestabilidad afectiva. Episodios de intenso malestar, irritabilidad o ansiedad, ira, angustia, desesperación que suelen durar unas horas y raras veces unos días. Sufren extremada reactividad al estrés interpersonal.
  7. Sentimientos crónicos de vacío. Descritos como una falta de sentido o vacío emocional que no puede llenarse con nada, puede conducir a una especie de dolor físico o a una especia de parálisis mental que inmoviliza al sujeto durante días.
  8. Ira inapropiada e intensa o dificultades para controlar la ira (muestras frecuentes de mal genio, enfado constante, peleas físicas recurrentes). Estas expresiones de ira suelen ir seguidas de pena y culpabilidad y contribuyen al sentimiento que tienen de ser malos.
  9. Ideación paranoide transitoria. Relacionada con periodos de estrés extremos y duran entre minutos y horas.

Tratamiento

Una de las primeras dificultades a las que se tiene que enfrentar el profesional a la hora de diseñar la intervención terapéutica para el trastorno límite de la personalidad es establecer prioridades, ya que este problema suele presentarse junto a otros trastornos psiquiátricos, especialmente acompañado de trastornos emocionales como la depresión mayor. Además, en el caso de que la persona presente adicción a drogas, habrá que tratarlo previamente.

A diferencia de otros casos, el trastorno límite de la personalidad produce gran sufrimiento psicológico a quien lo padece, así como a sus familiares y personas más allegadas; es por ello que la demanda de tratamiento suele iniciarse a petición del propio paciente, aunque en algunos casos es a requerimiento de su pareja o familiares. La cambiante sintomatología puede llegar a “desesperar” al demandante e incluso al especialista, frustrado por no poder alcanzar un diagnóstico claro.

Puede darse el caso de que un paciente esté yendo de consulta en consulta intentando saber lo que le pasa, y pueden pasar meses e incluso años antes de conseguir un diagnóstico adecuado a su trastorno, debido precisamente a su principal característica de cambio continuo de sintomatología; situación de incertidumbre que no hace sino agravar el sufrimiento personal y de los allegados, a la vez que se consolidan las consecuencias negativas en su vida académica, profesional y de relaciones sociales.

Una vez que se ha establecido el diagnóstico, y se ha determinado si existen otros trastornos concomitantes, se procede a establecer las prioridades del tratamiento, de forma que se comenzará por trabajar sobre aquellos síntomas que provoquen mayor malestar a la persona, o incluso que pongan en riesgo su vida, como es el caso de los intentos de suicidio. Será imprescindible realizar un tratamiento de desintoxicación previo cuando la persona sea consumidora habitual de sustancias ilegales, ya que estas van a interferir en el progreso esperado.

A continuación se describen algunos de los objetivos que se persiguen en el tratamiento del trastorno límite de la personalidad, con indicación de las técnicas empleadas en cada caso:

  • Independencia emocional. Se trabaja con la persona sus problemas de dependencia emocional para que aprenda a guiarse por sus propios valores y opiniones, y se le enseña que estos son tan válidos como los de los demás, para lo cual se le solicita que sea capaz de expresar y defender su opinión ante distintas situaciones.
  • Mejora de la comunicación, de forma que pueda establecer relaciones saludables con otras personas, sin idealizarlas ni demandarles más allá de lo que corresponde a la relación, empleando para ello técnicas de ‘role-playing’ propias de terapias de pareja, en donde se representan (realmente o en la imaginación) distintas situaciones para ver primero cómo se comporta el paciente y que luego aprenda cómo ser más eficaz en esas mismas situaciones.
  • Aumento de la autoestima y de la identidad personal, un trabajo cognitivo por el que se trata de afianzar la identidad que le hace único y diferente al resto, a la vez que aprende a valorarse con sus virtudes y sus defectos.
  • Control del estrés y de la frustración: la comprensión de su trastorno y de las consecuencias que este provoca son un primer paso para liberarse de ese sufrimiento psicológico que implica el desconocer qué le pasa y la frustración de no saber si puede cambiar. El hecho de observar el progreso en otras áreas, como la independencia o la comunicación interpersonal, le ayudará a reducir su frustración y, junto con técnicas de relajación, a controlar el estrés.
  • Control de la impulsividad y la ira, enseñándole a detectar cuándo se está tensando y, con ello, el momento en que puede surgir ese estallido de ira. Una vez detectado deberá de aplicar técnicas de visualización positiva (donde se imagine lo más vívidamente posible en un lugar tranquilo y calmado alejado de cualquier problema) y de relajación (con tres respiraciones profundas, en el que se inspire por la nariz y expire por la boca lentamente el aire mientras se cuenta hasta diez), que le devuelvan la tranquilidad necesaria para superar dicha situación.
  • Combatir las ideas suicidas y los intentos de autolesión, a través de acuerdos establecidos entre paciente-terapeuta en los que se busca una mayor comprensión de sí mismo y su trastorno, a la vez que se observan progresos en otras áreas en las que se trabaja, a cambio de una reducción hasta su desaparición de conductas de autoagresión e intentos de suicidio.

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