España y, por extensión, todo el continente europeo, debería adoptar un sistema “más preventivo y menos reactivo” como los impulsados por Estados Unidos desde el año 2003 y revisados en el 2017 para articular un mejor sistema de control sobre la listeria y evitar brotes como el del pasado verano en Andalucía, que se saldó con más de 200 afectados y tres víctimas mortales además de varios abortos.
Así lo defendió, en declaraciones a Servimedia, el profesor de Procesamiento de Alimentos y Seguridad de la Universidad del Estado de Mississippi Juan Luis Silva, quien ha participado en el primer simposio internacional sobre listeriosis, que ha tenido lugar en Sevilla y en el que afirmó que este tipo de casos “abren los ojos” a la sociedad y despiertan “interés en la investigación sobre cómo prevenirlos”.
El experto aseveró que la regulación en España es “limitada” en términos de verificación de los controles que permitan “suprimir” la posible contaminación del producto por listeria, por lo que abogó por modificarla para “dar más autoridad a la autoridad” en el proceso de detección de este tipo de microorganismos y “adelantarse” a ellos para “erradicarlos”, algo que, según su criterio, no sucedió en la planta de Magrudis de Sevilla.
Para Silva, la “reacción” de la administración ante esta crisis “fue muy rápida, activa y exhaustiva” pero echó en falta la existencia de "ciertos sistemas que sean más preventivos” porque hubo “un gran número de afectados” a pesar de que la cifra de víctimas mortales fue “relativamente baja en comparación con otros brotes que se han sucedido en otras partes del mundo”.
“Eso da cuenta de que la autoridad reaccionó rápidamente e implementó un plan para minimizar el número de muertes”, constató para reseñar las acciones que también se tomaron contra la fábrica sevillana.
CONTROL EN EE.UU.
En relación con el control que se lleva a cabo en EE.UU. para evitar este tipo de episodios, subrayó cómo en las dos últimas décadas dos agencias federales, la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA) y el Servicio de Seguridad e Inspección de Alimentos (FSIS), han “velado” por la seguridad de los alimentos a través del desarrollo de regulaciones y guías específicas dirigidas a la industria y los operadores. Su objetivo es “minimizar” la posible contaminación de alimentos listos para consumir y, a juicio del investigador, Europa debería “adaptarlas lo mejor posible a su realidad”.
En su normativa de regulación, que data de 2003, el FSIS hace hincapié en el “postprocesado” de este tipo de alimentos dado que, recordó Silva, el “mayor problema” de estos productos es que, una vez cocidos, se consideran listos para consumir y están “expuestos al ambiente” antes de ser empaquetados.
Es en este momento en el que existe la posibilidad de que se produzca la contaminación por listeria y, por este motivo, el sistema de esta agencia federal se completa de varias formas que pueden incluir la aplicación de un tipo de conservante “antilisteria” para prevenir su crecimiento en caso de que ya esté presente.Todo ello combinado con la “higienización exhaustiva” de la fábrica y la verificación del procedimiento a través de análisis de producto y documentación.
MONITOREO AMBIENTAL "EXHAUSTIVO"
Por su parte, la guía que ofrece la FDA es “similar” pero incide en el desarrollo de un programa de monitoreo ambiental “exhaustivo” de la planta para tratar de detectar la bacteria así como en un control para erradicarla en caso de que se encuentre presente. Junto a ello, propone un muestreo y análisis del producto para confirmar y verificar que está libre de listeria y, en caso negativo, eliminarla "minimizando” así la posibilidad de contaminación.
La agencia federal implantó este control en 2007 como parte del proceso de modernización de sus sistemas de prevención e inspección de alimentos y, al igual que la regulación del FSIS, su guía también fue revisada y actualizada en 2017 tras el análisis de nuevos datos y publicaciones científicas.
Hasta esa fecha, la propuesta de la FDA era considerada mera recomendación que, en muchos casos, la industria “tomaba en cuenta”, pero desde entonces, su aplicación tiene carácter obligatorio. En caso de no seguir estas normativas, la industria americana debe justificar que sus métodos alternativos son “tan buenos o mejores” que los propuestos por las agencias.
Por lo que respecta a los productos cárnicos y avícolas, Silva estimó que la implementación de estos sistemas ha servido para reducir “significativamente” el número de casos de contaminación pero alertó de que la cantidad de productos listos para consumir se ha incrementado en los últimos años y su caducidad es “cada vez mayor”.
Una situación que valoró como un “reto” teniendo en cuenta que este hecho se traduce en una mayor “probabilidad de que haya riesgo de contaminación y casos de infección”. “Como su vida es también más larga, hay más posibilidades de que, si un producto ya está contaminado, la bacteria crezca con más rapidez”, matizó para agregar que aquellas fábricas que han implantado un “sistema exhaustivo” de control, “en general, tienen mucho menor riesgo que otras”.