El documento aborda el impacto que la ausencia de protección y de medidas de prevención tuvo en el personal sanitario desde que entrara en vigor el estado de alarma, el pasado 15 de marzo, hasta finales de junio. En este sentido, MSF indica que los contagios entre sanitarios sólo podrán limitarse si se proporcionan equipos de protección adecuados y que, todavía hoy, estos continúan siendo insuficientes, especialmente en Atención Primaria y residencias.
La ausencia de protección fue el factor determinante para alcanzar unas cifras de impacto que, a 17 de julio y según el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social, situaban en 52.746 los profesionales sanitarios contagiados. Una de cada cinco personas infectadas hasta ese periodo pertenecía a este colectivo, la tasa más alta de Europa.
El informe concluye que hubo varios factores que contribuyeron decisivamente a la alta tasa de contagios en el personal sanitario y sociosanitario: una indudable falta de Equipos de Protección Personal (EPI) y de supervisión y formación en medidas de prevención y control de la infección; la escasez de pruebas de diagnóstico y criterios claros para su uso para la Covid-19, y la escasez de personal, y por tanto de descansos, que propició un uso incorrecto de los equipos de protección.
Además de la desprotección meramente física, los profesionales sanitarios también se enfrentaron a las consecuencias psicológicas de trabajar en medio de lo que se ha denominado ‘medicina de catástrofe’, basada en la obligación de hacer elecciones éticas muy difíciles, haciendo triajes para priorizar y decidiendo a quién atender cuando los recursos disponibles apenas cubrían las enormes necesidades existentes.
Diversos estudios muestran los niveles de ansiedad y estrés, el agotamiento emocional y el coste en términos de salud mental que la primera oleada ha dejado entre el personal sanitario. La atención psicosocial continuada será fundamental ante futuros escenarios.