Este caso atípico de infección provocada por el SARS-CoV-2 en un individuo forma parte de un grupo de 38 pacientes brasileños sometidos a un seguimiento semanal al comienzo de la pandemia a cargo de investigadores de la Plataforma Científica Pasteur-USP (PCPU). Dichos pacientes fueron monitoreados hasta que dos o tres test consecutivos de RT-qPCR dieran negativo.
Este estudio, apoyado por la FAPESP y publicado en la revista Frontiers in Medicine, constituye un alerta al respecto del riesgo de dar alta a pacientes con COVID-19 al cabo de siete, diez o incluso 14 días del test positivo, tal como preveían los protocolos iniciales de combate contra el COVID-19. Asimismo, refuerza la necesidad de la vacunación y de mantener el distanciamiento social y el uso de mascarillas.
“De los 38 casos que seguimos, dos varones y una mujer fueron atípicos, pues permanecieron más de 70 días con el virus detectable en el organismo. Basados en este resultado, podemos decir que alrededor del 8 por ciento de los infectados con el SARS-CoV-2 pueden mantener la capacidad de transmisión del virus durante más de dos meses, sin padecer necesariamente ningún síntoma en la fase final de la infección”, explica Marielton dos Passos Cunha, primer autor del estudio, realizado durante una pasantía posdoctoral en la PCPU.
“Pretendíamos saber si 14 días eran realmente suficientes para que el virus dejase de ser detectable. Y verificamos que no lo son. En promedio, puede tardar un mes para que el test dé negativo, y en algunos casos de este estudio, la positividad se prolongó entre 71 y 232 días”, comenta Paola Minoprio, una de las coordinadoras de la PCPU y líder de la investigación.
Esta no es la primera evidencia de que aun en pacientes con síntomas leves el virus puede permanecer activo en el organismo durante más tiempo que el esperable. A comienzos de 2021, investigadores del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad de São Paulo (IMT-USP), en Brasil, analizaron 29 muestras de secreciones nasofaríngeas de personas que testearon positivo para el COVID-19. El material se extrajo en un centro de atención primaria de la salud al décimo día después del comienzo de los síntomas, y se lo inoculó en laboratorio en cultivos celulares. En un 25 por ciento de los casos, el virus presente en las muestras exhibió capacidad para infectar a las células y replicarse in vitro. Por ende, en teoría, las personas que mantuviesen contacto con las pequeñas gotas de saliva expelidas por el 25 por ciento de esos pacientes durante el período en que el material fue extraído aún podrían contaminarse.
El riesgo parece ser aún mayor en el caso de individuos con algún tipo de compromiso del sistema inmunitario. Investigadores de la Facultad de Medicina de la USP describieron en junio del año pasado un caso de infección que duró por lo menos 218 días. El paciente, de aproximadamente 40 años, había pasado por un tratamiento agresivo contra el cáncer antes de contraer el COVID-19.
En noviembre de 2020 se describió en el New England Journal of Medicine el caso de un portador de una enfermedad hematológica autoinmune –también del sexo masculino y en la franja de los 40 años– que albergó el virus replicante en su organismo durante 143 días. Y en un artículo publicado en Cell, se informó el caso de una mujer con leucemia en cuyo organismo el SARS-CoV-2 siguió replicándose durante al menos 70 días, aunque la misma ya no manifestaba síntomas de COVID-19.
Así y todo, el Ministerio de Salud de Brasil ha reducido este mes el tiempo de aislamiento de diez a siete días en el caso de personas con síntomas entre leves y moderados. El período de cuarentena puede disminuir a cinco días en caso de que el paciente se encuentre sin síntomas y realice un nuevo test con resultado negativo. A finales de 2021, el Centro de Control de Enfermedades (CDC) de Estados Unidos acortó de diez a cinco días el tiempo recomendado de aislamiento para personas asintomáticas, siempre y cuando sigan usando mascarillas y sus pruebas de diagnóstico sean negativas para la enfermedad.
Las mutaciones en el hospedante
En el estudio encabezado por Minoprio, la diferencia de tiempo de actividad viral entre mujeres y hombres no fue significativa: fue de 22 días en promedio para el primer grupo y de 33 para el segundo. De los tres casos atípicos, una mujer permaneció durante 71 días con el virus detectable, y un hombre, 81 días. Estos pacientes no tenían ninguna comorbilidad y sufrieron cuadros leves de COVID-19.
El tercer paciente atípico, de sexo masculino, permaneció 232 días con diagnóstico positivo para el virus, entre abril y noviembre de 2020, hasta que tres test de RT-qPCR se revelaron negativos. El hombre es portador del VIH, el virus causante del sida, desde el año 2018, pero mantiene su carga viral indetectable con el tratamiento.
“La positividad para el VIH no quiere decir que sea más susceptible a otras infecciones, toda vez que se mantiene bajo tratamiento desde el diagnóstico. Su capacidad de responder ante una infección causada por otro agente es comparable con la de cualquier persona, tan es así que respondió al coronavirus desde el comienzo de la infección. No se trata de un individuo inmunosuprimido [como las personas sometidas a tratamientos contra el cáncer o enfermedades autoinmunes, o trasplantadas, por ejemplo]”, informa Minoprio.
Según los investigadores, el hecho de convivir con el VIH no explica tampoco el tiempo prolongado de la infección. Sería necesario evaluar a muchos otros pacientes que tuviesen simultáneamente VIH y SARS-CoV-2 y compararlos con un grupo de control apropiado para entender, por ejemplo, si existe alguna característica genética o inmunológica del hospedante que estaría ligada a la eliminación tardía del virus.
Aparte de los test semanales que detectaron la persistencia de la infección, se secuenciaron las muestras del virus extraídas del paciente regularmente. Los análisis permitieron verificar que no fue un caso de reinfección. Asimismo, mostraron que el virus seguía no solamente replicándose sino también sufriendo mutaciones.
Durante la infección, se pudieron mapear las estrategias del virus para librarse del sistema inmunitario. Cuando había más anticuerpos neutralizantes, la carga viral disminuía. El virus entonces lograba esquivar las defensas y elevaba su concentración y el ciclo entonces se repetía, forzando la producción de nuevos anticuerpos y la disminución de los virus circulantes.
“Es importante observar a pacientes como ese porque podemos aprender más sobre las mutaciones que va sufriendo el coronavirus, incluso aquellas que pueden dar origen a variantes de preocupación”, afirma Dos Passos Cunha.
El paciente del estudio se infectó con el linaje B.1.1.28, que entró en Brasil a comienzos de 2020. Los investigadores no verificaron mutaciones en los virus aislados en el paciente que los caracterizasen como una variante más transmisible o más resistente al sistema inmunitario.
El equipo de la Plataforma Científica Pasteur-USP sigue investigando esos y otros casos. Los 38 pacientes analizados para este estudio forman parte de un banco de muestras de sangre y secreciones nasofaríngeas extraídas de 721 personas que exhibieron síntomas relacionados con el virus.
“Surgirán nuevos datos de ese muestreo y posiblemente contaremos con explicaciones más palpables al respecto de esos cuadros atípicos”, estima Dos Passos Cunha.
“Estos casos constituyen una evidencia más de que la mejor manera de controlar al nuevo coronavirus es usando barbijos y evitando aglomeraciones. Si después de 14 días del test positivo al individuo no se lo testea nuevamente, puede tener aún virus activos y ser capaz de infectar a otros dando continuidad a la transmisión comunitaria. El seguimiento de los infectados es fundamental para lograr un mejor conocimiento de las mutaciones, de las nuevas variantes y de la capacidad de transmisión del SARS-CoV-2”, advierte Minoprio.