Algunas de las medidas que pueden ayudar a revertir los problemas de la impotencia son tan sencillos como perder peso, comer mejor, hacerse más activo, beber menos alcohol o dormir mejor. La disfunción eréctil y el deseo sexual bajo con frecuencia se vinculan con el desarrollo de las enfermedades cardiacas. Tras la investigación se descubrió que una gran parte de los hombres pudieron vencer la disfunción eréctil con cambios saludables para el corazón, sin necesitad de ayuda farmacéutica. La impotencia parece relacionarse típicamente con un estilo de vida malsano. La conexión entre la impotencia y la salud del corazón es debido a que una erección es un evento hidráulico que depende de la dilatación de los vasos sanguíneos que llevan sangre al pene. Esos vasos sanguíneos son similares a los que suplen sangre al músculo cardiaco. Otros problemas, como el daño en los nervios y las anomalías hormonales, también pueden conducir a la disfunción eréctil, ya que los vasos sanguíneos no se dilatan de forma adecuada. En el estudio participaron más de 800 hombres seleccionados al azar, de 35 a 80 años de edad, con un seguimiento de cinco años más tarde. El deseo sexual se evaluó usando un cuestionario estándar que abordaba el interés en participar en una actividad sexual con otra persona, el interés en participar en una actividad sexual solo y la falta de interés en la intimidad sexual. La disfunción eréctil se evaluó mediante un sistema estándar de puntuación, en las que los investigadores tomaron factores como la estatura, el peso, la presión arterial, la fuerza de agarre de la mano, la cantidad de grasa corporal, la edad, la educación, el estado civil, la profesión y el tabaquismo, aparte de la depresión, la probabilidad de apnea obstructiva del sueño, el uso de fármacos, la dieta y el consumo de alcohol, así como la actividad física, los niveles de glucosa, triglicéridos y colesterol. Las personas cuyos hábitos de salud y estilo de vida mejoraron durante el periodo del estudio tuvieron una mejora en la función sexual, y también sucedió lo contrario: aquellos cuyos hábitos de salud y estilo de vida se deterioraron durante los cinco años eran más propensos a experimentar impotencia.